¿NOS LO TOMAMOS DEMASIADO EN SERIO?

Por Unknown | 1 opiniones»
(A lo largo del artículo utilizaré indiferentemente el género masculino y femenino como inclusivo. Siempre me refiero tanto a los roleros como a las roleras, en cualquiera de los dos casos).

No creo que sea un mero cliché, los roleros hemos sido siempre los raritos. Muchos hemos llegado al hobby gracias, en parte, a que no hemos ocupado nuestro tiempo con aficiones más populares o “normalizadas” como pueden ser los deportes o los botellones. Aunque todos hemos conocido al amigo que jugaba al rol, era popular, deportista y salía de fiesta, la norma solía ser diferente. 

Prueba de que el rol era una afición para “raros” es que en este país estaba tan  escondido y resultaba tan incomprensible que durante un tiempo fue objeto de la prensa amarilla, relacionándolo con asesinos en serie, satanismo y enfermedad mental. 

Varios elementos han ido de la mano: las tribus urbanas, la música “no comercial” y el ocio alternativo. Un gran número de roleras se definían como heavys o rockeras, llevaban el pelo largo y vestían de negro. Existen muchas excepciones, pero hay que reconocer que en muchas ocasiones las personas roleras se han definido por su “inpopularidad” o sea, por estar interesados en aficiones, música o estilos de vida que no compartían el grueso de los compañeros de clase o de la “gente en general”.

Nos reuníamos en tiendas en las que estábamos “con los nuestros” íbamos a bares en los que estábamos rodeados de semejantes y en muchas ocasiones, nos hemos definido en la oposición, por el contraste.

Y es que nos lo han puesto a huevo. Se ha hecho una quema de brujas tan grande contra todo el ocio alternativo… Antes de youtube y los gameplays, las jugonas eran “atrapadas”, los cómics eran de gafotas e inadaptadas.

Muchos hemos reaccionado dando un valor especial a nuestras aficiones o gustos, que, a fin de cuentas, nos definían como diferentes (algo que hemos aprendido a identificar como bueno). De esta manera, al rockero o al heavy le gusta pensar que valora la música más que al aficionado al pop de radio. Es una seña de identidad y de individualidad y lo utiliza como tarjeta de presentación. Además, le identifica como miembro de un subgrupo, algo que nos ha hecho mucha falta (a la masa de los impopulares) durante nuestra juventud. Las camisetas de grupos se convertían en banderas, y las anécdotas roleras en un lenguaje secreto que dejaba fuera al resto.

Creo que en cierto modo, estas circunstancias nos han llevado a enaltecer el rol como “una afición mejor que las demás”. El habernos visto obligados a defender nuestros gustos a capa y espada ante la incomprensión de la gente fuera del hobby, puede que nos haya llevado a tomárnosla demasiado en serio.

¿Existe orgullo en ser jugador casual de rol? Normalmente las jugadoras alardean de sus largas sesiones, de su dedicación al hobby y de cómo para ellas es una afición con mucho calaje intelectual e incluso artístico. El rol es algo serio para nosotras, no sólo un juego.

Creo que hemos llegado incluso ha definir el valor del hobby en parte por su capacidad de diferenciarnos del resto, atribuyéndole una especie de halo místico, como al arte abstracto, algo en lo que “sólo unos pocos entran de verdad” y que al final es vivenciado de una manera íntima e irrepetible.

Esto creo que nos ha llevado a:

- Querer tener nuestra propia definición de rol, que ha de ser diferente por necesidad a la del resto de roleros, lo que nos ha dificultado llegar a conceptos y modelos integradores sobre el hobby.

- Resistirnos a que el rol crezca y se acerque al gran público, ya que tendemos a sentir que “nos roban algo que es nuestro”. (Por ejemplo, el antagonismo del rolero de papel y lápiz contra el los videojuegos de rol que gozan de muchísima más popularidad).

- Poner en el juego unas expectativas muy altas que nos impiden relajarnos y pensar “es sólo un juego”.

Mucho más que en otros hobbies, se discute sobre “qué supone jugar bien al rol”, dirigir bien, interpretar bien, escribir bien… y esto es más cierto conforme pasan los años.

Muchas personas vuelven a los retroclones buscando con avidez esa emoción que sentíamos cuando no sobreanalizábamos, no teníamos otras experiencias y todavía teníamos esa capacidad de asombro que hacía el rol tan estimulante y que ahora mismo nos negamos.

¿Nos lo tomamos demasiado en serio? ¿Somos los roleros como esos viejos magos de la torre que se aíslan de sus congéneres porque “su magia no es la verdadera Magia”? Nos perjudica de alguna manera pensar que nuestro hobby no puede sistematizarse ni transmitirse, porque es un arte, NUESTRO arte?

¿Nos pasa esto?